sábado, 22 de diciembre de 2012

Moloso y yo.

Si uno no le presta demasiada atención, puede pasar inadvertido como una alfombra, o un buzo de tela polar, olvidado ahí en el piso. Una mancha sedosa que te acompaña con la mirada ante el más mínimo de tus movimientos. Expectante. Más de 50, o 60 kg de calma sumisa y relajada.


Una sombra dice más que mil palabras
Atento a los sonidos que invaden su territorio, responde con un enérgico ladrido, que escapa desde el poderoso cuello, abriendo las fauces babosas que apuntan con la ñata, que se mueve como si tuviera vida propia. “Algo está pasando mono”, vayamos a ver.
Se pasea indiferente por la calle, más preocupado por los rastros que sigue, que por los perros que lo putean en todos los idiomas, furiosos, desde el otro lado de los barrotes con casas que las personas elegimos para vivir.

Se aburre, claro que sí. Por más que las personas que vivan con él, que pasan demasiado tiempo en sus trabajos, le dediquen un tiempo razonable a sus paseos, no alcanza. Pero es tedio, solo eso, una sensación fácil de remover con el adecuado estímulo.
Las otras opciones, son ideadas y propuestas por él mismo, opciones que lleva a la práctica con perseverada eficiencia, con secreta precisión. Y claro, el tamaño del can en cuestión, juega de manera proporcional, de la mano podríamos decir, con el tamaño de los elementos  elegidos para pasar el rato.

El juguete baboso.


El descanso, es una parte importantísima en su rutina, diría que casi imprescindible para su normal funcionamiento. Prefiere despatarrado a firme, horizontal toda la vida, todo el tiempo que pueda, como primer mandato. Acompañando, eso sí, nunca solo o aislado, tiene una marcada idea de grupo, de trabajo en equipo, un tipo muy unido a su manada.

-Un buen lugar para descansar...
... y ayudar a los muchachos a pintar.
El error más común- según dicen los especialistas- que cometemos las personas, es la de humanizar a los animales. Cosa con la que estoy completamente de acuerdo y adhiero. Ahora, si me preguntan por mi perro, yo digo que es un buen tipo, y por eso lo queremos.
Y aunque parezca que no entiendan, ellos entienden, confíen en mí, ellos entienden.

El suave brillar de un pelo limpio. La mirada hosca que esconde una ilimitada ternura.



Fotos: Mías, todas.

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