miércoles, 29 de junio de 2011

El soltero solitario


Ahí estás, tirado a nada, medio tristón en un silla mirando la cocina sucia que nunca te dignaste a limpiar. Y escuchando el gotear de la canilla sobre la bacha de chapa, se te ocurre: ¿y si me invito a salir? Y lo hacés. Te mandás un mensajito del estilo: Hoy salimos, paso a eso de las 8 y vamos a cenar. Recibís el mensaje con sorpresa, no esperabas una invitación tuya. Y contestás en seguida: Ok.
Se hace la hora convenida y salís. No te abrazás ni te das la mano, es tu primera salida solo, no da.
Dónde vamos, te preguntás. Yo un asadito me como. Y bueno, parrilla entonces. Yo conozco una acá en Caseros donde se come bien.
Una vez en la parrilla te sentás en la mesa y esperás que te atiendan. Silencio incómodo, si bien te conocés bastante, hay temas que preferís no tocar en una primera cita.
Ya pasados los primeros momentos de nerviosismo, el ingenio acude en tu ayuda y te sacás un par de sonrisas. El humor siempre suma.
La sobremesa se estira, que un café, que de la nada aparece la opción de una porción de torta, que otro café, y sonriendo pensás en lo bien que la estás pasando.
Algo de la calle llama tu atención y como de casualidad, viendo sin ver en el grueso vidrio te encontrás con tu mirada, clavada en tus ojos. Silencio incómodo, es el momento de volver a casa. Te llevo, te decís, mirá que no pasa nada, te respondés. Pero ante tu insistencia accedés, y te acompañás a tu casa.
Ni bien ponés un pie dentro, te acordás de la cocina sucia. Sentís algo de vergüenza, pero respirás aliviado al ver tu cara. Es una cara cómplice que comprende, que alguna vez dejó los platos sin lavar y las hornallas chorreadas de puchero.
Ponés la pava para unos mates y... bueno, lo que se viene ya se palpa en el aire. Mates, más charla, bostezo y un me voy a dormir. Vas hasta la puerta de tu pieza y abrís, pasás y... a la cama.

Ya en el cuarto propio, cada uno decide qué proponerse y qué aceptar.