Ayudado por una sillita verde, se pone de pie y equilibra su cuerpo con una danza tambaleante, moviendo la pelvis hacia adelante y hacia atrás, como haciendo girar un ula ula invisible. Sin tener conciencia de su belleza, ni de lo que provoca en los que lo ven, nos muestra esa sonrisa de encías, arruga la cara haciendo "viejito" y el mundo entero se concentra en 60 centímetros.
Es la razón de ser de ellos, es el pensamiento de todo el día, es sus ganas, sus deseos, es el recuerdo de los que lo vemos poco, pero que atesoramos cada segundo que nos regala.
Él interpreta lo que le dicen aún sin entender el significado exacto de las palabras, de la misma manera que habla y se hace entender sin pronunciar alguna.
-¿A ver como camina Santiago?
Y Santi se larga, con los brazos extendidos, abriendo y cerrando las manitos, viendo a lo lejos su premio, la recompensa por la hazaña que está a punto de realizar. El primer paso es el que más le cuesta, separa un pie lejos del otro y con un pequeño esfuerzo logra afianzarse, pareciera estar bailando estilo robot. Sonrisa de por medio mete un segundo, y un tercero, ellos se alejan un poco para estirar unos pasitos más la caminata. Un montón de brazos atentos custodian su travesía, para protegerlo del piso frío, alentándolo a que siga, un pasito más, y otro, él camina porque sabe que no está solo, caminá Santi, caminá que siempre vas a encontrar un par de brazos dispuestos a abrazarte cuando llegues. Y finalmente llega, y aprieta su sonrisa contra el pecho de ellos, volviendo allí, al lugar donde estuvo desde el primer día.
miércoles, 3 de junio de 2009
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