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Una sombra dice más que mil palabras |
Atento a los sonidos que invaden su territorio, responde con
un enérgico ladrido, que escapa desde el poderoso cuello, abriendo las fauces
babosas que apuntan con la ñata, que se mueve como si tuviera vida propia. “Algo
está pasando mono”, vayamos a ver.
Se pasea indiferente por la calle, más preocupado por los
rastros que sigue, que por los perros que lo putean en todos los idiomas,
furiosos, desde el otro lado de los barrotes con casas que las personas
elegimos para vivir.
Se aburre, claro que sí. Por más que las personas que vivan con él, que pasan demasiado tiempo en sus trabajos, le dediquen un tiempo razonable a sus paseos, no alcanza. Pero es tedio, solo eso, una sensación fácil de remover con el adecuado estímulo.
Las otras opciones, son ideadas y propuestas por él mismo, opciones que lleva a la práctica con perseverada eficiencia, con secreta precisión. Y claro, el tamaño del can en cuestión, juega de manera proporcional, de la mano podríamos decir, con el tamaño de los elementos elegidos para pasar el rato.
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El juguete baboso. |
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-Un buen lugar para descansar... |
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... y ayudar a los muchachos a pintar. |
El error más común- según dicen los especialistas- que
cometemos las personas, es la de humanizar a los animales. Cosa con la que
estoy completamente de acuerdo y adhiero. Ahora, si me preguntan por mi perro,
yo digo que es un buen tipo, y por eso lo queremos.
Y aunque parezca que no entiendan, ellos entienden, confíen en mí, ellos entienden.
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El suave brillar de un pelo limpio. La mirada hosca que esconde una ilimitada ternura. |
Fotos: Mías, todas.